La Insaciable Codicia de los Bribiesca Sahagun
¿Alguien creyó que Vicente Fox, su caritativa esposa y los hermanos Bribiesca se habían dado por bien servidos después de apoderarse de todo lo que estuvo a su alcance durante el sexenio anterior? Pues no. En los Altos de Jalisco hay un pueblo maravilloso llamado Temacapulín, donde la gente no usa calentadores en sus baños porque vive sobre 21 manantiales de aguas termales, a la orilla del río Verde, rodeada de tierras fértiles que le proporcionan los alimentos necesarios para subsistir. Acabo de visitarlo y reconozco y declaro su carácter extraordinario.
Temacapulín fue fundado por los españoles en 1531, al norte del valle donde hoy se asienta Guadalajara. En 1540, los indios caxcanes y zacatecos, encabezados por Francisco Tenamaztle, el Señor de Nochistlán, se rebelaron contra los europeos y asolaron Guadalajara hasta 1542, cuando al frente de 50 mil hombres –entre mexicas y tlaxcaltecas– el virrey Antonio de Mendoza aplastó la insurrección e inauguró la Guerra Chichimeca, que llegaría a su fin en 1594, en Cerro de San Pedro, a 8 kilómetros de San Luis Potosí.
Hoy, Cerro de San Pedro está sometido a la canadiense Minera San Xavier, que lo destruye poco a poco mientras le arranca hasta el último miligramo de oro, a la vez que Temacapulín, joya arquitectónica y ecológica, poseedora de un templo edificado entre 1734 y 1759, que en 1959 fue consagrado como basílicapor Juan XXIII, está a punto de caer en manos de los hermanos Bribiesca.
Durante el sexenio pasado, cuando gobernaba Jalisco el rupestre (con perdón de Rockdrigo) Francisco Ramírez Acuña, por órdenes de Fox, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) decidió construir una presa en los Altos, con una cortina de 80 metros de alzada, que inundaría el valle de El Zapotillo. ¿Era plan con maña para no alborotar a los habitantes de Temacapulín?
Tal vez, porque mientras se hacían los estudios preliminares se fueron Fox y Ramírez Acuña y llegaron Felipe Calderón y Emilio González Márquez. Y de pronto Conagua anunció que la cortina de la presa tendría una altura de 105 metros y el espejo de agua se extendería sobre una superficie de 60 kilómetros cuadrados y, por desgracia (oh, sí, por una muy lamentable desgracia), inundaría y desaparecería no sólo Temacapulín sino los pueblos aledaños de Acasico y Palmarejo.
¿Para qué? Hombre, hasta la pregunta ofende: para tender un acueducto de 140 kilómetros de longitud, que desembocaría (¿por casualidad?) en León, Guanajuato, a tiro de piedra del rancho de Fox y de las tierras donde el ex presidente y los suyos cultivan y exportan brócoli a Estados Unidos. Además, el agua irrigaría el puerto secode Silao, a donde serán enviadas por carretera las mercancías que recibirá el puerto marítimo de Manzanillo, junto al cual Pemex instala una estación regasificadora, que procesará el gas natural que Repsol nos vende a precios de oro, desde Perú, gracias a los contratos absolutamente desfavorables a México pero excelentes para él, que en su momento gestionó Juan Camilo Muriño.
Para doña Abigail Sandoval y don Alfonso Íñiguez, líderes de la resistencia de Temacapulín, las órdenes de aprehensión giradas contra ellos, las amenazas de muerte (una de éstas obliga a vivir lejos de Jalisco al cura del pueblo), el hostigamiento policiaco y demás formas de presión para que abandonen sus casas y sus tierras no son más que puros engaños.
“Según mediciones hechas desde un satélite, aunque la cortina de la presa tenga 105 metros de altura, Temacapulín quedará de todos modos a 26 metros sobre el nivel del agua. Por eso quieren sacarnos, para convertir el pueblo en un desarrollo turístico. ¿Y sabes quiénes están planeando ese negocio? Los hermanos Bribiesca. Hace poco se lo dije a un tipo de Conagua y me preguntó: ‘¿oiga, y cómo se enteró de eso?’ Yo nomás puse mi carita, y él dijo: caramba, ya hablaron esos bocones”, me contó la señora Abigail, en el mesón de doña Juanita, a donde todas las noches, entre los guiños de las luciérnagas, atraído por el aroma del pozole, se acerca el espíritu de Francisco Tenamaztle.
En la esquina de Morelos Oriente y Porfirio Díaz, un muro ostenta una manta que reúne las fotos de varios niños contentos y su mensaje: Esta casa es de nuestros abuelos y no dejaremos que la destruyan porque aquí fuimos felices y aquí están nuestros recuerdos. En el curso de sus visitas a Jalisco, López Obrador ha pasado tres veces por Temacapulín. Su retrato cuelga de algunas paredes, entre insistentes carteles que repiten: Esta casa no se vende, no se traspasa, no se destruye, no se inunda. ¡Váyanse a otro lado! ¡No se metan con lo que no es suyo!.
La gente de Temacapulín dice: La única esperanza que nos queda es que Andrés Manuel gane la Presidencia. Pero López Obrador no está de acuerdo. Hace dos meses, en Durango, Joaquín Romo de Vivar le gritó a su paso por Ciudad Lerdo: Sólo tú puedes salvar a México. El dirigente de Morena contestó: Yo solo no puedo, tenemos que salvarlo entre todos. Esta creencia popular crece debido a la desesperación que reina en todo el país, pero se agigantará a medida que se acerquen las elecciones. No en vano, panistas, priístas, camachistas y chuchos se reúnen en público y en privado para formar sugobierno de coalición... contra AMLO.
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